13 noviembre, 2011

Christopher Pissarides


Christopher Pissarides

Como especialista en mercado laboral, el chipriota Christopher Pissarides sigue muy de cerca el caso español. Premio Nobel de Economía en 2010 y profesor de la London School of Economics, Pissarides ha visitado esta semana Madrid invitado por la Fundación Rafael del Pino.


Pregunta. ¿Qué ha hecho mal España para tener una de las tasas de paro más altas del mundo?
Respuesta. Para entender lo que ha ido mal en este país hay que remontarse a finales de los años setenta y a los años ochenta, cuando se dio a los trabajadores unos poderes y privilegios que la economía no podía permitirse. Estoy a favor de apoyar a los trabajadores, de aumentar las rentas y de adoptar medidas para reducir la pobreza, pero solo si la economía se lo puede permitir. Para que los empresarios puedan crear empleo deben tener expectativas de beneficio. Por tanto, todo lo que se produzca debe compartirse entre el empresario y el trabajador. En los primeros años posteriores a la restauración de la democracia en España se otorgó a los trabajadores una parte de la producción demasiado grande.
P. ¿Qué opina de la dualidad entre trabajadores fijos y temporales que hay en España?
R. La creación de los contratos temporales en la España de los años ochenta fue una buena decisión, porque la economía crecía y era más fácil crear empleo. Pero la medida tuvo el efecto contrario cuando la economía comenzó a contraerse: los empresarios encontraron una excusa para no crear el empleo fijo esencial para incentivar una mayor productividad y una mejor formación. Ahora que estamos de nuevo en recesión hay muchas presiones para reformar el mercado laboral. Reformar los dos tipos de contrato es, desde luego, un movimiento en la buena dirección, pero no ha ido lo suficientemente lejos por la resistencia de los sindicatos.
P. ¿En qué dirección debería ir la reforma laboral?
R. Debería existir solo un tipo de contrato. Antes que nada, creo que los contratos deberían dejarse en manos del sector privado. El Gobierno no debería interferir. Lo que sí es asunto del sector público es la prestación por desempleo, que debería aplicarse a todo tipo de trabajadores y que debería ser gradual: nada al principio, un poco después de seis meses de trabajo, por ejemplo, y subir gradualmente la cantidad sin llegar demasiado lejos, hasta un máximo de 10 años.
P. ¿Cuándo podrá España crear empleo?
R. Los puestos de trabajo los crean los empresarios privados, y llegarán cuando se recupere la confianza en la economía. ¿Dará el contrato único resultados inmediatos? La respuesta es no. Los resultados vendrán gradualmente, pero vendrán.
P. ¿No cree que poner en marcha nuevos estímulos a la economía ayudaría a reducir el paro?
P. Sería peligroso volver a los estímulos, a menos que haya confianza plena en los nuevos acuerdos de disciplina fiscal. Los estímulos funcionarían bien si hubiera cooperación en la eurozona en materia fiscal. No funcionaría que un país perteneciente a una unión monetaria dejase de preocuparse por la situación de su deuda soberana y decidiera por su cuenta expandir su política fiscal para fomentar el empleo. Sí podría funcionar en un país como Reino Unido, que no pertenece a una unión monetaria, ya que puede influir en su tipo de cambio. En España, eso es imposible. Haga lo que haga fiscalmente, no tendrá influencia alguna en el tipo de cambio del euro.
P. ¿Qué papel deberían desempeñar los sindicatos en una sociedad como la española?
R. Lo más importante no es cuánta fuerza o cuánto poder tienen los sindicatos, sino cómo lo utilizan. La ley otorga todavía más poder a los sindicatos en Escandinavia, pero lo utilizan de forma cooperativa. Se preocupan más por la economía en general que por sus militantes. Parece que a los sindicatos españoles les preocupan más sus militantes con trabajo que los jóvenes con contratos temporales o las mujeres que quieren entrar en el mercado laboral. Abusan de su poder al negociar solo en beneficio de sus miembros. Los sindicatos británicos estuvieron en esa situación hasta los años ochenta, cuando el Gobierno les recortó buena parte de su poder. A pesar de tener el apoyo de los sindicatos, el Gobierno laborista siguió la misma línea porque llegó a la conclusión que era lo mejor para el país y para la economía en general.

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